Miles de productos químicos, en productos que valen miles de millones, se rigen por regulaciones que no se han actualizado en décadas.
https://www.nytimes.com/2019/02/09/opinion/cosmetics-safety-makeup.html
Traducción del Artículo de The New york Times del 10 de Febrero 2019, escrito por Tony Cenicola
En una audiencia de 1988, el Congreso estadounidense trajo a discusión a la industria cosmética por una serie de problemas de salud y seguridad: Muchos cosmetólogos estaban reportaron serios daños al sistema nervioso y respiratorio. Al menos una mujer habría sido desfigurada de por vida por un spray para el cabello inflamable. Y de acuerdo con la data del gobierno, casi 1,000 ingredientes químicos dañinos se estaban escondiendo en innumerables productos de cuidado personal. Las compañías de cosméticos no estaban haciendo lo suficiente para garantizar que estos productos fueran seguros, y la Administración de la FDA en ese momento no tenía el poder suficiente para vigilarlos adecuadamente.
Cuando Edward Kavanaugh, presidente del principal grupo comercial de la industria, debatió esas afirmaciones, Ron Wyden, entonces congresista de Oregon, se mantuvo firme en su posición. El aparato de seguridad de la industria era "un sistema de parches poco sistemático y adecuado con una necesidad extrema de reparación", dijo Wyden. La reforma legislativa era claramente necesaria.
Eso fue hace 30 años y hasta la fecha, no se han aprobado tales reformas.
La industria cosmética estadounidense es un gigante de $ 70 billones al año. La Oficina de Cosméticos de la FDA tiene un presupuesto anual de solo $ 8 millones y 27 empleados. Las leyes que rigen esta oficina tiene dos páginas y no se han actualizado desde 1938, cuando se promulgaron por primera vez. Estas insuficientes herramientas dejan a los funcionarios federales casi impotentes para regular el maquillaje, las cremas, las pastas de dientes, los desodorantes y otros productos que a menudo se aplican a las partes más íntimas del cuerpo humano.
Los líderes de la industria tienen razón al señalar que, en general, los productos cosméticos tienen un buen historial de seguridad. Pero en los últimos años, una nueva ronda de riesgos para la salud ha dejado a las personas intranquilas.
Investigadores independientes han encontrado asbesto en productos que contienen glitter o escarcha marketeados para niñas y adolescentes, se ha relacionado químicos dañinos en esmalte de uñas con graves problemas de la salud de manicuristas, además se han identificado problemas de salud reproductiva y envenenamiento por mercurio en productos para el cabello y la piel utilizados por muchas mujeres de color.
Al mismo tiempo, unas 200 personas llegaron a un acuerdo en una demanda colectiva contra Wen Hair Care, cuyos productos decían que les habían quemado el cuero cabelludo y les dieron alopecia; y casi 12,000 personas han demandado a Johnson & Johnson alegando que el asbesto en el talco para bebés de la compañía les dio cáncer de ovario.
Debido a la falta de recursos y de leyes, la respuesta de la FDA a estas preguntas ha sido insatisfactoria.
Los miembros de la Cámara de Representantes y del Senado han presentado varios proyectos de ley en los últimos años para tener una mayor cantidad de regulaciones de los cosméticos y podrían ser una manera para aliviar la ansiedad de los consumidores. Pero lamentablemente hasta ahora ninguno de estos proyectos de ley ha sido aprobado.
La supervisión de la industria cosmética por parte de la FDA sigue siendo asombrosamente limitada. La agencia no puede exigir a las empresas que envíen datos de seguridad del producto ni análisis de estos ni de su fabricación antes ser de comercializarlos sin embargo los fabricantes de medicamentos y dispositivos médicos si tienen la obligación de hacerlo.
Las empresas no tienen la obligación de informar problemas, o "eventos adversos", que los consumidores les transmiten. Y si los reguladores se enteran de los incidentes, no pueden exigir que se les permita inspeccionar los registros de una empresa; solo pueden comprobar una instalación para detectar defectos visibles, como el moho.
La FDA tampoco puede garantizar la seguridad de los cosméticos importados, que se han duplicado en volumen en la última década. La agencia inspecciona menos del uno por ciento de los aproximadamente tres millones de envíos de cosméticos que llegan cada año. Dentro de los inspeccionados, aproximadamente el 15 por ciento se encuentra contaminado o contiene ingredientes peligrosos.
la Revisión de ingredientes cosméticos, el único panel encargado de determinar la seguridad de los ingredientes cosméticos individuales, está financiado por el Personal Care Products Council, un grupo comercial que gasta en el panel aproximadamente $ 2 millones al año o más.Los líderes de la industria dicen que la inversión es una prueba de su compromiso con la seguridad, pero como el Grupo de Trabajo Ambiental y otras organizaciones de defensa han señalado, también crea un conflicto de intereses sustancial.
Eso es particularmente alarmante dado que algunas de las conclusiones del panel han estado en desacuerdo con las de entidades gubernamentales imparciales, como el Programa Nacional de Toxicología. De los ingredientes químicos que el panel ha evaluado desde su inicio en 1976 (más de 5,000) solo 11 han sido considerados inseguros para su uso. El panel hizo esas determinaciones sin los ingredientes químicos o cosméticos directamente, sino revisando los ingredientes de empaque, que para muchos son, en el mejor de los casos, miserables.
"Hemos aprendido mucho sobre estos productos químicos en las últimas décadas", dice un Regulador de la FDA que no está autorizado a dar declaraciones a la prensa. "Pero todavía no tenemos una idea clara de que tanto se absorben a través de la piel o la membrana mucosa. Esto significa que mujeres y niños se llevan esta cantidad de químicos todos los días al cuerpo sin saber cuál podría ser el impacto real”. La Revisión de ingredientes cosméticos no evalúa los riesgos de la exposición prolongada a uno o múltiples ingrediente durante muchos años, o las formas en que diferentes ingredientes pueden interactuar entre sí.
Los grupos comerciales de la industria han pasado años sofocando los esfuerzos para cerrar estas brechas en la supervisión regulatoria. Como lo muestran los registros judiciales y varios medios de comunicación informaron, el Personal Care Products Council (entonces denominado Asociación de Cosméticos, Artículos de Tocador y Fragancias) libró una guerra de décadas con los reguladores y defensores de la seguridad del consumidor por el asbesto en el polvo del talco. Ya en la década de 1960, la organización insistió en que tal polvo era seguro, incluso cuando los científicos de sus propios miembros advirtieron que podría no ser así.
El grupo se resistió a agregar etiquetas de advertencia a los productos a base de talco y presionó a las agencias gubernamentales para que se abstuvieran de incluir el ingrediente como cancerígeno. También atacó a los defensores de la seguridad, llamándolos "terroristas químicos", mientras daba vacaciones costosas a los legisladores que tenían el poder de actuar sobre las preocupaciones de esos defensores.
Últimamente, la industria se ha dividido. Compañías más grandes, como Johnson & Johnson, el fabricante líder de talco en polvo, ahora dice que se acogerían sin problemas a una supervisión más estricta, para así brindar mayor confianza al consumidor. Pero compañías más pequeñas aún argumentan que más regulaciones los aplastarían.
La industria cosmética y la FDA también se han dividido. En el 2014, cuando las negociaciones entre las dos partes se derrumbaron, cada parte culpó a la otra. En medio de sus disputas, el status quo ha permanecido: pocas regulaciones, creciente ansiedad de los consumidores y nadie con ningún poder para arreglar la situación.
El temor de los consumidores a los productos químicos es tan grande en estos días que los científicos tienen un nombre para eso: la quimiofobia. Esto lleva a las personas a evitar todo, desde alimentos genéticamente modificados hasta medicamentos esenciales, y la búsqueda de alternativas "naturales" se acrecenta. Tales temores con frecuencia son exagerados o están fuera de lugar, pero subrayan un problema real: la mayoría de los productos en los estantes de las tiendas son probablemente seguros, pero muchos pueden no serlo. ¿Cómo se supone que alguien sepa la diferencia?
Cuando se trata de cosméticos, es casi imposible determinar qué productos son preocupantes. Pero a medida que se acumulan los incidentes y disminuye la confianza del consumidor, las empresas están interviniendo con sus propias reglas.
La aprobación de un proyecto de ley federal sólido es la única forma de revertir esta tendencia. Una buena autorización permitiría a la FDA comisionar revisiones independientes de ingredientes cosméticos y retirar productos contaminados, y requeriría que las compañías de cosméticos se registren en la agencia e informen sobre eventos adversos. Tales medidas no son demasiado para pedir a una industria cuyos productos son utilizados prácticamente todos los días.
Los contribuyentes también tendrán que asumir algunos costos nuevos: para que estos esfuerzos tengan éxito, el Congreso deberá otorgar a la Oficina de Cosméticos de la FDA un aumento considerable del presupuesto.
Las compañías de cosméticos quieren acceso sin restricciones a un mercado de miles de millones de dólares. Los consumidores quieren saber que los productos que colocan en sus cuerpos son seguros. Ambas partes pueden ganar, pero solo si el Congreso actúa.
Es importante agregar que si bien los productos peruanos no están regulados por la FDA, muchos de los productos importados que consumimos en el día a día, sí. Estos productos llegan con este vacío de regulaciones en la seguridad, por lo que también nos vemos afectados por ello siempre les aconsejamos leer bien los ingredientes que contienen nuestros productos y no dejarnos llevar solo por la publicidad.
#ViveConsumoCuidado